Recuerdo que en mi niñez vivía con mi familia en el Estado Falcón, viajábamos constantemente al Estado Zulia a reunirnos con el resto de la familia, desde ahí realizábamos viajes a Colombia, en ese trayecto teníamos contacto con los indígenas Guajiros, estos me impresionaban mucho por sus costumbres tan diferentes a las nuestras; su vestimenta era diferente, extraña para mi, las mujeres lucían grandes mantas, calzaban alpargatas con enormes borlas de estambre de colores muy llamativos, llevaban la cabeza cubierta; en tanto que los hombres usaban una tela roja a manera de tapa rabo, su desnudez me impresionaba por lo que hacía muchas preguntas al respecto. Su expresión oral era distinta a la nuestra, hablaban undialecto diverso, totalmente desconocido por mí, como es de suponerse, usaban un tono de voz alto, parecía que peleaban entre sí; viajaban en camiones muy coloridos –“chirrincheras”- transformados en una especie de autobús muy rustico y cubierto, misterioso; no se podía saber que pasaba dentro de ese transporte improvisado, eso despertaba mi curiosidad y quería saber más de ellos. Algunas veces se hacía un trayecto en donde íbamos en caravana con ellos y de repente se desviaban por desolados caminos, dejando tras de sí una estela de polvo y nada más, nadie sabía adónde iban, solo se perdían en el tremedal. Por otro lado notaba como en las alcabalas las autoridades los trataban mal, los humillaban, obligaban a las mujeres a levantarse su vestimenta a ver si llevaban contrabando; ellas se indignaban y peleaban contra las autoridades, esto ocasionaba diatribas interminables que yo observaba con gran atención. Algunas veces, lograba ver como ellas ocultaban gran cantidad de cosas debajo de la ropa, que luego eran decomisadas en las requisas.
Este mal trato me incomodaba y me hacía defenderlos, durante todo el viaje hacía gran cantidad de preguntas que muchas veces quedaban sin respuesta, sin embargo, de alguna manera se me había inculcado que me protegiera de los Guajiros, que podían hacerme daño; recuerdo que me debatía entre esas dos situaciones opuestas, el sentir que se estaba cometiendo una injusticia contra un grupo de personas ajenas a mí, a quienes debía temer; aunque por otro lado consideraba todo lo contrario ya que me provocaba defenderlos; en fin, no les temía, los sentía indefensos ante el abuso de poder de las autoridades, por lo que merecían mi respeto.Esta segregación comencé a notarla desde muy pequeña, un racismoque no entendía y que además no tenía justificación para mí. Sin embargo en nuestro país nos han hecho creer que no hay racismo, pero si lo hay, aunque de manera muy encubierta, muy disimulada.¿Cómo se explica que no sepamos nada de nuestros hermanos indígenas?, nada de sus costumbres.¿Porqué ignoramos muchas cosas acerca de ellos? Sé que para la mayoría de las personas, ellos son señal de pobreza, de mendicidad, de abandono, son tratados como ciudadanos de segunda o de tercera categoría, sin sentir ni siquiera por un instante que al menos la mitad o una mínima proporción de nuestros genes son comunes con ellos, compartimos las mismas raíces, somos hermanos.
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