El MITO Y EL RITO
SU ORIGEN, COSTUMBRES Y RITUALES EN EL PUEBLO WAYUU
En esta oportunidad trataremos el tema del “mito” y el “rito”, esta actividad pretende que como grupo humano aprendamos a conocer al “otro”, que nos demos cuenta que existen otros seres humanos que conforman grupo y clanes; que tienen sus propios ritos, normas, leyes; preguntémonos porque algunas veces “los otros” nos parecen tan ajenos, tan disimiles; será tal vez por su cultura, por su religión, o por el espacio físico diferente que ocupamos, todo esto es cierto aunque siempre va a existir ese punto de encuentro, ese lazo que nos une, esto pasa porque el otro y nosotros somos humanos y como tal, necesitamos del entorno, precisamos de nuestros semejantes para que la vida sea más llevadera, para que sea posible.
Esto es necesario dado que el hombre es un ser social y como tal constituye grupos. Cuando aprendemos a conocer y aceptar al “otro” tal cual es, sin pretender cambiarlo, en esa misma medida nos adentramos en nosotros mismos, nos auto aceptamos.
CRIMEN Y OTREDAD.
Considero pertinente referir que nací en el estado Zulia, por lo tanto los Wayuú como grupo humano es ligeramente familiar para mí; aunque suelen verse por la ciudad de Maracaibo haciendo vida, nunca llegan a integrarse, no son accesibles para el resto de la sociedad, además desde el momento en que hablan otro idioma ya está estableciéndose la primera barrera. Son hoscos y gregarios. Evoco haberlos visto muchas veces en la laguna de Sinamaica, en Paraguachón, cuando viajábamos a Maicao (Colombia).
Viene a mi memoria una imagen, un día completo de viaje en un Chrysler del 48, en plena agonía de la tarde, cuando mi cuerpecito de niña extenuado pedía descanso, ahí en medio de la nada, aparece en nuestro camino el hotel Caimarechico, habíamos pernoctados algunas veces en ese sitio. Instalaciones decoradas en blanco y azul celeste, piscina, trampolín, y al fondo un mar, el mar, en donde su costa se extiende hasta donde te llegue la mirada, ese mar con sus incesantes olas oceánicas tiene una particularidad, sus olas son casi uniformes y allá en donde la ola choca flota una vaca, no sé cómo llegó hasta ahí, pero está una vaca en el mar en ni recuerdo. Era impresionante ver viajar a los guajiros – Wayuu – era un espectáculo muy colorido, sus chirrincheras o camiones con barandas adornados con colores fuertes y contrastantes. Veía como las mujeres guardaban, bajo su amplia manta todo lo que podían (…) y a la hora de pasar por la aduana, éramos requisados, ellos por un lado, nosotros por un lado aparte.
Armaban líos, es decir hablaban con gritos y parecía que estaban peleando, (tal vez yo lo veía así) pero quizá ese es su comportamiento habitual o pudiera ser, que los guardias los extorsionaban, (eso creí siempre) por el contrabando que trataban de pasar; por eso se defendían, por eso gritaban. Ellos se sienten despreciados y rechazados; tienen razón, porque existe una segregación social contra el indígena americano, notoria, está vigente, se percibe.
Recuerdo que nosotros les temíamos, se nos decía que eran vengativos, por otro lado, siempre han sido muy sonados los casos decrímenes y venganzas de los guajiros. Ellos cobran venganza, se matan unas familias contra otras, lo hacen a plena luz del día y sin importarles los testigos, porque al fin y al cabo, la justicia que impera para ellos es la de su clan. Muchas veces las autoridades no intervienen por temor a represalias que ellos puedan tomar. En las páginas rojas de la región - Diario Panorama – suele verse que cuando aparece la noticia de un caso de venganza entre ellos, siguen apareciendo muertos, durante días, hasta que saldan sus cuentas. Nadie interviene. (Es lo que recuerdo, actualmente no tengo testimonio propio)
Se dice por esos lados ¡Cuídate de un filúo! Llaman Filudo o filúo a uno de los pueblos indígenas de la Goajira y a sus habitantes también se les llama filúo.
En esta foto mi hermana Milena y yo disfrazada de Guajiras.
Al parecer en una búsqueda de integración social, dado que en ese momento aunque convivíamos en la misma ciudad, ellos se comportaban como testigos mudos de una realidad aparte. Sucedió que me intrigaban tanto los indígenas que logré disfrazarme de guajira, conquistando así, poder sentirme una de ellos, sentimiento que mantengo hasta hoy.