05 agosto, 2009

Festividades tradicionales en honor a La Cruz de Mayo.


En la revista electrónica VOLVERÉ a cargo de su director el Antropólogo. Efraín Cáceres Chalco en su edición Mayo 2007 en el Cuzco, vemos que manifiesta que la aparición de dicha publicación a mas de 500 años del descubrimiento de America por parte de los Españoles se da por una parte porque se pretende reflejar dos momentos de lucha histórica que vienen librando los pueblos indígenas de América por su emancipación. También a manera de testimoniar la memoria y el mensaje de uno de los más destacados mártires de la resistencia indígena ante el yugo español, Tupak Katari, quien pronunciara antes de ser descuartizado por la fuerza de los caballos: "Podrán matarme... Volveré y seremos millones". Aunado a ello, es notorio el regreso de los andinos en la recuperación de los espacios económicos, políticos, sociales, religiosos y de interrelación que fueron arrebatados por la dominación extranjera, de manera que las nuevas generaciones de población indígenas están empezando a reconquistar los derechos de los pueblos indígenas, al igual que otras etnias marginadas del mundo.          
En el documento emitido por el Antropólogo Efraín Cáceres Chalco (2007) él manifiesta que en el mes de mayo, en los andes, se desarrolla “las fiestas de las cruces”. Esta fiesta en los andes reviste gran relevancia e importancia en el calendario y el panteón indígena andino. La cruz, representa un objeto sagrado que preside múltiples manifestaciones religiosas, culturales dentro de la población indígena andina.         

De acuerdo con las opiniones de José Luís Gonzáles (“El Huanca y la Cruz: Creatividad y Autonomía en la Religión Popular”, Lima: Tarea – IDEA. 1989), La cruz actual adquiere el carácter de símbolo panandino en virtud de un complicado proceso de interrelación y reinterpretación. Este proceso da como resultado que se trasfirieran a la cruz cristiana muchos de los significados y funciones de las deidades indígenas andinas prehispánicas como por ejemplo del Huanca, divinidad indígena andina que tiene que ver con la interrelación de la Pachamama y sus chacras. El indígena andino es quien da más reverencia a la cruz en sus actividades festivas y rituales de todo tipo: “Con la Cruz nacemos y con la Cruz morimos”, este testimonio aymara circunlacustre del altiplano puneño, ilustra el carácter y la importancia de la Cruz para los runas indígenas andinos. (Gonzáles: 1989: 51).       

En Cusco como región, se desarrolla la festividad de la “Cruz vilakuy” [velar las cruces], consiste adorar las cruces durante toda la noche del 2 de mayo hasta el amanecer del 3 de mayo en todos los ambientes: desde los familiares, hasta los locales e institucionales.

A su vez señala Severo Loayza Huamán que es fundamental primero comprender la base económica en la que se desarrollan las comunidades para entender la dimensión cultural ya que esta interrelación se refleja en diversos ámbitos de su quehacer llegando incluso a influir en la violencia. Severo platea que los rituales, que marcan diferencias en cada acto ceremonial son expresiones de la identidad andina, que resulta después del encuentro de dos culturas; una cultura, dominante imperativa desde la conquista y, otra avasallada sojuzgada, pero que ha ido recreándose e incorporando elementos nuevos convirtiendo en elementos que simbolizan la persistencia de una identidad étnica enraizada en la zona alto andina – de la región de Ayacucho – que identifican incluso la territorialidad.

Félix Auqui Baygorrea señala así mismo que entre las tribus indígenas de los andes “existen deidades como la Pachamama, Apus y Amarus, como formas simbólicas de representar su forma de producción agrícola y crianza de animales”.
Es su manera de exteriorizar su amor y respeto hacia la Madre Tierra.
Revisado en revista electrónica VOLVERÉ Instituto IECTA, Violencia en los andes. Cusco, mayo 2007, Antropólogo. Efraín Cáceres Chalco Director. Revisado el 27–7–2009.

En base a esta revisión considero preciso acotar que actualmente vivo en la Isla de Margarita (terruño de mis ancestros), en el pueblo de San Juan Bautista, este Valle tiene historia desde 1529, es pintoresco de clima muy agradable y con un casco histórico en donde aún existen calles angostas por donde pasa un solo carro. Casi todos sus habitantes tienen algún parentesco llegando a constituirse en una gran familia. Menciono esto porque en base a lo referido anteriormente acerca de las fiestas tradicionales puedo dar testimonio que aún hoy en día en este y otros pueblos de la Isla se celebran las festividades de Velorio de Cruz de Mayo, lo hacemos con gran fervor y conservando una tradición que obviamente la hemos heredado desde nuestros antepasados indígenas. Acá todos nos preparamos durante días para tan esperada celebración, las casas se pintan cada año, las calles se adornan con flores y existe una ermita en donde se conserva una antigua cruz de madera. Desde la noche del 2 de Mayo hasta el 4 de Mayo se celebran eventos y competencias de cantos tradicionales – Galerones – se declaman poesías; en general una larga fiesta con juegos de envite y azar, comidas y bebidas en la plaza local, cohetes y hasta retretas donde un grupo de músicos recorre las calles del pueblo a las 6 de la mañana y a las 6 de la tarde, todos los días de la semana. En este pueblo conservamos muchas tradiciones, también celebramos las festividades de San Juan Bautista, con mayor pomposidad e involucrando juegos de magia y predicciones. Se mantienen algunos oficios tales como la orfebrería. De la palma datilera además de ser hermosa se extraen sus frutos, los dátiles y con el cogollo después de un laborioso proceso se elabora una crineja tejida con la que se hacen sombreros, bolsos y otras artesanías. Otro producto autóctono y exclusivo es el tradicional dulce de piñonate que se elabora – desde tiempo de la colonia – en grandes pailas y se envuelve en corteza o cachipo de plátano, su receta se conserva invariable hasta hoy, se hace con lechosa verde y algunas semillas (piñones, de ahí su nombre) concha de naranja, algo de pina y papelón. Este dulce tiene su origen en el piñonate español con el que guarda cierta similitud. Toda esta experiencia me hace darme cuenta que las tradiciones siguen vivas y que los pueblos que las conservan son aquellos en donde sus habitantes se mantienen unidos y llegan a conformar un clan, una sola familia, por eso es importante revisar nuestra historia y seguirla contando para que las generaciones que nos siguen decidan por si mismas que desean tomar y que desean cambiar, pero con pleno conocimiento de su pasado y conscientes de nuestras raíces.

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