Alguien un día me dijo:
_. ¿Quieres conocer la grieta impresionante que tiene La Tierra?
_. ¡Si, dónde está?
_. Tenemos que bajar al fondo del mar y ahí la veremos.
Inmediatamente nos dispusimos a bajar y llegamos a un lugar donde unos hombres trabajaban sin distraerse ante nuestra presencia, era un sitio extremadamente caliente, insoportable, había que correr porque corría todo ácido por encima de los pies, pasadizos inhóspitos, "seres no humanos" horribles y despiadados, el castigo, el martirio y el tedio. Traté de aligerar la vista y me fijé en algo rojo, incandescente, y pregunté:
_. ¿Qué es eso?
.- ¡Es la grieta de la tierra! Contestó alguien.
Entretanto volteé hacia otro lado y vi algo aterrador, espantoso, espantífero diría yo, tremebundo, no hay sensación igual. Se trataba de una mujer a la cual, estando viva aún, la partían en dos mitades, a lo largo de todo su tronco, en canal, como a una res, y luego colgaban cada mitad en garfios. Más tarde vino alguien a hacerle entender por qué le pasaba esto, pero ella no podía comprender nada porque su cerebro estaba seccionado en dos.
Hoy, cuando me presentan algo fantástico e impresionante, lo pienso dos veces antes de acceder y voy con cautela. Me torné incrédula. Todo tiene un precio y algunas veces no nos conviene pagarlo.
Esto lo escribí hace unos diez años; fue premonitorio y nunca quise ceerlo pero la realidad me ha obligado a verlo.
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